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Traición. Aquella simple palabra de ocho letras que puede cambiar el modo de vida de personas, de instituciones e incluso de un país entero. Por que, ¿qué es capaz de sentir una persona al ser traicionado? Frustración. Rechazo. Irritación. Desilusión. Desprecio. Odio. Centenares de sensaciones que se transforman en una única: la impotencia cegada por la ira, querer cambiar algo, querer hacer de algo diferente y que la imposibilidad evite poder realizarlo. La ira de personas que evoluciona en fuerza y poder. El despertar de una población, el nacimiento de una revolución y una única realidad: Nada será lo mismo. Y es que, ¿Hasta donde podrá llegar el poder del pueblo?

Estados Unidos, conocido como la tierra de las oportunidades, el país de la libertad y de la esperanza, una potencia mundial destacada por su equilibrio político y social, el único lugar del mundo capaz de presumir de tener un pueblo “contento”. No obstante, el mes de Octubre del año 1998 significó el cambio.

Durante un acto presidencial en la Casa Blanca, la ciudad de Washington se llenó, espontáneamente, de tanques militares, miles de soldados y centenares de aviones surcando el cielo estadounidense. Así, el Presidente del país, Gilbert Denver, fue principal testigo de la ocupación de Estados Unidos causado por un golpe de estado militar, encabezado por el Coronel Frederick Bismarck. La brutalidad y violencia de su ataque, hizo que los encargados del gobierno observaran impotentes cómo una dictadura se instalaba en su país. La violencia llegó a las calles, atacando a civiles, policías y destrozando instituciones y todo tipo de edificios a su paso. Y es que, con las Fuerzas Armadas en su contra, el país entero perdió la lucha contra la dictadura. Los policías poco tenían que hacer con la enorme cantidad de armamento militar y la violencia de éstos. Los políticos perdieron su autoridad, siendo obligados a abandonar el país en un plazo de veinticuatro horas. ¿Tan vulnerable eran ante este tipo de ataques? A pesar de todo, no pasó mucho tiempo hasta que la población aceptó al “Dictador”, contagiándose por sus ideas esperanzadoras, que prometían mucho, pero que se quedaban en eso, simples palabras en boca de un farsante. Por que, ¿acaso existe o existirá alguna dictadura buena?

Seis años de dictadura habían pasado, los derechos humanos y libertades fundamentales fueron apartados, desechando cualquier intento de la población de escapar de este régimen.

Instalado en la ciudad de Seattle, Frederick Bismarck, tenía control absoluto en el país, quitaba y ponía leyes como le venía en gana, controlaba hasta la última cosa que entraba dentro del país, la economía era tratada a su gusto y las Fuerzas Armadas eran manejadas como si de títeres se tratasen. El pueblo no tardó mucho más en tenerlo claro: los estaban manipulando, aquel hombre que tanto prometía se acababa de convertir en el enemigo de una nación entera. En consecuencia, poco a poco se comenzaron a crear focos de “indignados” en diferentes zonas del país, ciudadanos de todas las edades, de toda clase de grupos sociales y de diferentes pensamientos, pero el único deber común de eliminar y deshacerse de todo aquel que hiciese de la población simples muñecos, sin derecho a opinar, sin derecho a expresarse, censurados como si sus palabras no tuvieran ningún valor. Sin embargo, ¿cómo unos ciudadanos callados por el temor hacia el superior pudieron llegar a sublevarse? Toda revolución necesita un líder, una persona que les marque el camino y los motive para seguir adelante, sin miedos, sin mirar atrás y olvidando las consecuencias para centrarse en la victoria. Aquél hombre fue William Stevens, mano derecha y amigo de Frederick Bismarck. Él, como todos los ciudadanos, comenzó a estar harto de aquella forma de gobierno, de ser callados con total libertad y haciendo al país decaer poco a poco. Reunió grupos de “valientes” y estos cada vez se fueron multiplicando, los que comenzaron siendo decenas terminaron siendo miles. La población estaba despertando, dejando de lado sus símbolos, sus intereses particulares y uniéndose para dejar claro que no permitirían más tiempo los abusos del gobierno.

La Revolución continuó creciendo, convirtiéndose en casi millones de personas que pedían un cambio de todas las formas posibles, sus protestas habían dejado de ser pacificas, ya que, de nada servían las pancartas, carteles y los gritos a coro. Así que, las manifestaciones se transformaron en ataques violentos, destrucción de edificios oficiales, ataques contra los policías que solían terminar con detenidos y heridos, a veces incluso, las portadas de los periódicos estaban decoradas con el número de víctimas que habían perdido la vida. Por que, los ciudadanos estaban descontrolados. Cada vez era más cierto que los Estados Unidos estaban al borde de una guerra civil.

El Dictador Frederick Bismarck, ante una situación de peligro como esta, le propuso un acuerdo al hombre en el que algún día había puesto su plena confianza, al líder de la Resistencia. Después de que éste no quisiera renunciar a su discurso pacifico y no se negara a dialogar, le propuso una serie de cambios; Medios no censurados, darle más importancia al pueblo y respetar los derechos civiles por los que se había luchado durante siglos, seguido de entregarle una enorme cantidad de dinero provocada por las “molestias causadas”, siempre y cuando abandonara su puesto de Líder de la Revolución. La propuesta llamó la atención de William, y, a pesar de que faltaba completamente contra sus principios, la aceptó con una única objeción: Que, para asegurarse de la validez de las palabras del dictador, su hija y uno de los hijos varones de Frederick contrajeran matrimonio. Y es que, a pesar de todo, “Si no puedes con el enemigo, únete a él”.

El acuerdo fue cumplido a la perfección, las libertades y derechos de los ciudadanos fueron reviviendo poco a poco, el poder del dictador no fue tan absoluto y William Stevens se retiró del “liderazgo” con el mensaje de que la presión surge efecto. El pueblo victorioso comenzó a apartarse para volver de nuevo a sus vidas. Pero, ¿cuánto tiempo más duraría esa “calma”?

El 24 de Octubre del 2010, el periódico “The Seattle Times”, aprovechándose de la libertad de expresión recientemente retomada, publicó un reportaje de alrededor de seis páginas, contando la “realidad” de la tregua. Hasta la última palabra era una crítica hacia el gobierno, querían que la población se diera cuenta de cómo el hombre que los había hecho despertar y luchar por sus ideales había renunciado a los suyos propios, vendiéndose por millones de dólares y mostrando cómo era en realidad, otro depredador del capitalismo capaz de traicionar las ilusiones de un país entero. Muchos hablaban de que se trataba de un plan, que “El Traidor”, como comenzaron a llamarlo, había buscado desde el principio dinero, que todo lo de la revolución no había sido más que un paripé. Cientos de habladurías con más verdad en ella

Obviamente, la noticia no fue bien recibida por la población, que enseguida tomó las calles en búsqueda de una explicación que nunca fue dada. Mientras tanto, los problemas de salud del dictador Frederick Bismarck tomaban gravedad, un cáncer pancreático detectado demasiado tarde se cobraba su vida poco a poco. Las cosas se estaban descontrolando cada vez más. Nadie respondía y cada día aumentaba a más la ira de los ciudadanos, que se sentían traicionados, perdidos. ¿Quién era el bueno y quién el malo? O quizás no existiera ninguno. Los sentimientos de culpabilidad devoraban a William Stevens, y es que, los errores que había escondido durante años estaba haciendo de su vida diaria un infierno. La recuperación del honor perdido sería difícil, pero no imposible.

A pesar de los problemas de salud de Frederick Bismarck, no se negó a realizar el discurso conmemorativo del Día de los Veteranos en el Parque Seattle Centre, de gran importancia sentimental para éste, además, sería uno de sus últimos actos. Pronto abandonaría el gobierno. El discurso transcurrió con normalidad, hasta que, un grito de “¡Viva la Revolución!” se escuchó en todo el parque. Cuando los presentes dirigieron la mirada en búsqueda del emisor, un inesperado tiro derribó al dictador. Antes de que se dieran cuenta de lo que acababa de suceder, su cuerpo yacía muerto en el suelo

La noticia de la muerte del ex dictador tomó a todo el país por sorpresa, la policía estuvo durante meses en búsqueda de cualquier pista que lo llevaran hacia el autor de aquél “crimen perfecto” del que nadie se hizo responsable y del que nadie vio nada. Lo único claro era que la revolución todavía estaba viva y que estarían presentes durante mucho más tiempo, pasase lo que pasase.

Ocho meses después del asesinato de Frederick Bismarck, la policía todavía sigue en búsqueda del asesino sin éxito, pero tienen bajo vigilancia a William Stevens, principal y único sospechoso. Y es que, han tomado ese crimen como el intento de recuperar el honor perdido del hombre. Sin embargo, jamás se ha encontrado una prueba que lo incriminara completamente.

Los problemas de salud del ex dictador previos a su muerte, le permitieron crear un modelo de gobierno a seguir cuando él faltase. Le dejó el total mandato a su hija mayor Olivia insertando algo de “transición” a la democracia tan estimada por el pueblo.

El espíritu de la revolución todavía llena las calles de la ciudad, camuflándose entre aquellos que decidieron adoptar la forma de gobierno de los Bismarck y entre esos que optaron por mantenerse al margen en una neutralidad total. Las manifestaciones, tanto violentas como pacificas, siguen siendo algo cotidiano en Seattle, pero esta vez, prefieren mantenerse en el “anonimato”. La tensión que dejó la muerte de Frederick Bismarck y la confusión todavía palpable en los ciudadanos los obliga a mantener los ojos bien abiertos, nada es lo que parece. Y es que, nuestros pensamientos ciegos jamás serán capaces de ver la realidad.